jueves, 29 de abril de 2010

Chile: levantando un país


<<"Otro temblor", pienso, y vuelvo a tumbarme en la cama. Son las tres y media de la madrugada y hace media hora que he apagado la luz. Pero el temblor no para, la lámpara de la habitación comienza a moverse de un lado a otro, salgo corriendo hacia el comedor. Todo tiembla de una forma exagerada. Se va la luz. Una compañera se encuentra en otra habitación pero mi cuerpo no me deja reaccionar. Será otro compañero quien irá a buscarla. Sólo pienso que tengo que salir, bajar del séptimo piso donde me encuentro. Cae alguna cosa -más tarde descubriría que se trataba del reloj de la cocina-. Abro la puerta del departamento y caen trozos de techo. Es pintura, pero yo sólo pienso que el techo se puede caer en cualquier momento. Todo tiembla, todo se mueve. Los gritos de "¡María, sal, María, Nil, la María!" se confunden con los de "¡Júlia, vamos, bajamos, Júlia!". En un momento estoy en el jardín. Descalza, sin nada. Me tiemblan las rodillas. ¿Qué es lo que ha pasado? Poco a poco van bajando los vecinos: gente mayor, madres con sus niños en brazos, estudiantes... La respuesta del portero del edificio cuando le pregunto "¿No se va a derrumbar, verdad?" no me ayuda. Me dice: "Muchos se caen en situaciones así". Cuando todo está más tranquilo subo a buscar un polerón, unos zapatos, una frazada y mi celular. Necesito conseguir hablar con alguien. Los siete pisos nunca se me habían hecho tan cortos. En un momento he subido y he vuelto a bajar. Miro a mis alrededores y veo que el muro de delante el edificio se ha caído. Es como un día de fin de año: líneas saturadas, celulares que no dan señal... pero en vez de llamar con alegría, para desear un feliz año, llamamos con nerviosismo esperando un "estoy bien". Y lo que más nos preocupa a todos: la familia. Allá –en Cataluña- ya deben ser les ocho de la mañana. Si miran la televisión i ven lo que ha pasado se preocuparan, y estamos bien, y no queremos que se preocupen. Por suerte, una compañera consigue hablar con su familia, que llamará a nuestras casas para que puedan saber que estamos bien. Nos tumbamos fuera con una frazada. El cielo de la capital chilena se ve más estrellado que nunca.>>

Casas derrumbadas. Familias sin un techo para dormir. Negocios destruidos. Se trata de las consecuencias de lo que fue el terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter que el pasado 27 de febrero destruyó medio país.

Dos meses después de la terrible catástrofe, la gente continúa totalmente movilizada. En los primeros días las tascas eran para recolectar frazadas, ropa, útiles de aseo y alimentos no perecibles para distribuir al Sur. Aunque en Santiago también hubo algunos derrumbamientos de viviendas, como en Barrio Brasil o en Maipú, las zonas más afectadas de Chile fueron la Región del Maule y Biobío. Por esta razón, grupos de voluntarios viajan regularmente al Sur para ayudar a la gente que se encuentra sin nada a causa del terremoto y el maremoto.

Un ejemplo entre tantos lo encontramos en Flor Castro Ferras, (enfermera con diploma académico en enfermería comunitaria, licenciada en la Pontificia Universidad Católica de Chile) que cuenta cómo viajó durante 4 días a Curepto y Hualañé, en la VII Región, formando parte del equipo de voluntarios de salud, y explica que ahora mismo “es mucho más necesario el grupo de arquitectos e ingenieros porque van casa por casa mirando lo que falta, lo que se puede salvar o como se puede construir”.

Por lo que a eso respecta, lo más alarmante es prepararse para el invierno, por esta razón se necesita mucha gente para construir media aguas -casas prefabricadas de madera, con una estructura básica para que no tengan que dormir en carpas-. Así pues, son muchas las asociaciones que cada semana juntan voluntarios para reconstruir Chile, para viajar al Sur a construir media aguas para aquellos que no tienen donde dormir. Porque ahora que el frío ya se nota en las calles, ahora que el invierno ya se nota en las pieles, se hace más necesario que nunca el tener un lugar donde vivir.

Es mucho el dinero que se necesita para reconstruir el país, pero también es muy necesario el optimismo de los ciudadanos. En este sentido, no faltan los lemas de apoyo como “Fuerza Chile” o “Chile ayuda a Chile” que se escuchan por todo Chile, un Chile que necesita ayuda, pero que demuestra día a día que no se desanima.


(Fotografías que muestran la catástrofe: Constitución // Fotografía de los voluntarios construyendo una media-agua: Los Coipos)

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